KC

primera lectura

2. LA PRÁCTICA ACUÁTICA: IMPORTANTE PARA EL DESARROLLO DEL NIÑO/A

Algunos estudios realizados recogen la importancia de la práctica acuática

en las primeras etapas de desarrollo. Así por ejemplo, estudios alemanes realizados

con niños/as en edad escolar pusieron de manifiesto que aquellos que realizaban

prácticas acuáticas desde bebés, mostraban un coeficiente intelectual más alto

que aquellos otros que no sabían nadar, destacando así mismo que las actividades

acuáticas en edades tempranas mejoraban la atención y la independencia (Diem y

cols., 1978).

En la misma línea, Camus (1983) observó que los bebés que habían

practicado en el medio acuático mostraban una mayor inteligencia motriz por

haber disfrutado de un más amplio campo de experimentación. Al igual que Ahr

(1994), quien manifiesta que las actividades acuáticas van a proporcionar mejoras

en el campo motriz, en donde se muestran más activos, influyendo también en el

plano cognitivo.

Cirigliano (1989) por su parte indica que las prácticas acuáticas favorecen el

desarrollo simétrico de los ejes longitudinal y transversal, rectifican y previenen las

desviaciones de la columna vertebral, ejercitan la destreza motriz, respetando las

cualidades naturales de los niños/as, actúan como prevención de posibles retrasos

psicomotores, se utilizan como sistema de rehabilitación terapéutica, evitan el

aumento de la atrófica muscular, desarrollan la caja torácica y aportan una mejor

oxigenación a las células. También desarrollan la seguridad y dominio de sí mismo,

incrementan el conocimiento y dominio del cuerpo, aseguran la superviviencia del

niño/a en el agua, favorecen la comunicación del niño con el adulto y de los

niños/as entre sí, y mejoran la calidad de vida en general. Las prácticas acuáticas

proporcionan al niño/a un mejor desarrollo en la motricidad gruesa, motricidad fina,

cognitiva, comunicación y socialización. Permiten al niño/a vivir sus propias

experiencias, sin imposiciones ajenas a su voluntad, además de permitirle

evolucionar en tres dimensiones.

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El bebé en el agua se relaja, aprende nuevos movimientos, fortalece su

musculatura y aprende a controlar la respiración, aspectos todos ellos que

contribuyen de forma decisiva a su desarrollo motor. El agua contribuye en forma

significativa al desarrollo y conocimiento del niño/a. Actúa sobre la conducta del

niño/a, lo hace más independiente, con tendencia a explorar activamente el medio

y favoreciendo la socialización. El agua tiene además un efecto sedante, facilitando

la relajación, provoca sueño apacible y abre el apetito (Del Castillo, 1992, 1997).

Para que esta motricidad acuática aparezca formando parte del desarrollo

motor del individuo tiene que ocurrir la experiencia acuática (Del Castillo y

González González, 1993). Es decir, como el ser humano es terrestre su vida

normalmente ocurre en el espacio terrestre y su motricidad se va conformando en

base a las experiencias terrestres, permitiendo la aparición de las sucesivas

adquisiciones características de los primeros años (gateo, marcha, carrera, etc.). Si

entre estas experiencias no existe la posibilidad de práctica en el medio acuático la

motricidad acuática simplemente no existirá, sin que ésa suponga una alteración

del desarrollo motor humano. Por lo tanto, la motricidad acuática depende de las

oportunidades de práctica, es decir, de procesos de aprendizaje que se vayan

produciendo a lo largo del desarrollo. Esto hace que algunos autores califiquen las

habilidades motrices acuáticas de ontogenéticas y no filogenéticas (Lawther, 1983).

Numminen y Sääkslathi (1993), compararon el desarrollo motor en los

primeros meses de vida de niños/as que participan en programas de actividad

acuática acompañados de sus padres con niños/as que no recibían este tipo de

estimulación, encontrando diferencias significativas en cuanto al tiempo de

adquisición de diferentes habilidades a favor de los primeros. Así, los autores

manifiestan que “como el aprendizaje se basa en la estimulación del sistema

nervioso y la respuesta activa del niño/a, podría ser, que el agua con sus

cualidades especiales, dote al niño/a de unas posibilidades de activación sensorial

que no pueden ser encontradas en ningún otro sitio, por lo menos a tan temprana

edad. Así, el agua puede procurar al niño/a incluso posibilidades para la

integración sensorial (vista-tacto) y, aunque indirectamente, formación de modelos

mentales para un aprendizaje y control motor apropiados” (Numminen y Sääkslathi,

1993, citado por Del Castillo, 2001).

Según Le Cammus la actividad acuática contiene efectos saludables en el

terreno orgánico, neuro-perceptivo-motor, emocional y socio afectivo. Los

beneficios en el bebé son los siguientes:

Aumenta el coeficiente intelectual. Está demostrado que los bebés que han

hecho natación en los 2 primeros años de vida desarrollan una percepción

mayor del mundo que los rodea con lo que ya están aprendiendo a ser más

creativos y observadores. El agua estimula la capacidad de juego del niño/a

y este hecho repercutirá muy positivamente en aprendizajes futuros.

Desarrollo psicomotor. El bebé encuentra en el agua la posibilidad de

moverse tridimensionalmente, siendo mucho mayor la libertad y continuidad

de movimientos. El agua da posibilidades de movimiento que no

proporciona el ámbito terrestre, por lo que el bebé experimentará multitud

de acciones motrices que en la tierra no podrá desarrollar con esa libertad.

Ayuda al bebé a relajarse. El agua provoca que el niño/a elimine la tensión

nerviosa y el estrés, provoca relajación.

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Ayuda al sistema inmunológico.

Inicia la socialización en un ambiente lúdico, en contacto directo con los

niños/as y su monitor/a, favoreciendo la comunicación y el contacto físico

del niño/a con los demás.

Desarrolla las habilidades vitales de supervivencia.

Fortalecimiento del sistema cardiorrespiratorio. La natación fortalece el

corazón y los pulmones. Debido al trabajo respiratorio que se realiza en el

agua se aumenta la eficiencia en la oxigenación y traslado de la sangre y

favorece en el acrecentamiento del aparato cardiorrespiratorio (facilitando

la respiración y oxigenación del organismo).

Ayuda a la movilidad de la caja torácica. La presión del agua sobre la caja

torácica ayuda a la potenciación de la musculatura respiratoria, además, la

humedad existente en la piscina favorece la eliminación de mucosidades.

Ayuda al bebé a sentirse más seguro. Desde el aspecto psicológico, el

niño/a aprende a conocer el agua, un medio que le es habitual. El dominio

paulatino de este nuevo ámbito le va dando “seguridad e independencia”

Favorece el desarrollo del aparato osteomuscular, al incrementar el

rendimiento muscular, la movilidad y la rapidez.

Mejora la movilidad intestinal e incrementa el apetito.

En niños/as hiperactivos ayuda a conseguir la relajación y el sueño.

El niño/a se siente protagonista de los juegos y actividades lo que le estimula

y aumenta su creatividad

Ayuda a conseguir un correcto esquema corporal ya que la sensibilidad con

el agua redundará en una mejor coordinación y equilibrio.

En niños/as con patología que cursa con espasticidad (trastorno del

movimiento que afecta a los músculos, producido en la mayor parte de los

casos en la infancia, por la parálisis cerebral infantil) es muy recomendable

gracias a que la temperatura de la piscina ayuda a la disminución de la

misma.

Evita el rozamiento de los huesos gracias al factor hidrostático del agua (Este

factor nos hace flotar en el momento en que nos introducimos en agua) que

disminuye el estrés entre las articulaciones y asiste a las movilizaciones.

En niños/as con hipotonía ayuda a mejorar el tono debido al factor

hidrodinámico que permite una tonificación muscular en el desplazamiento

en el agua.

3. LAS CONDUCTAS MOTRICES ACUÁTICAS BÁSICAS

En el medio acuático se desarrollan unas conductas motrices, estas son:

Equilibrio acuático: Entendiéndolo como “la estabilidad sensoriomotriz

adquirida con la percepción y aprendizaje guiado en el medio”, que se ve

favorecido por la flotación inherente al recién nacido. El bebé en el agua

reacciona con sus reflejos innatos de supervivencia de manera global. Las

características físicas del medio acuático permiten que el individuo se

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coloque en una postura, haciendo que su peso y la fuerza de flotación se

compensen manteniéndose en la superficie del agua.

Flotación: En la posición dorsal (decúbito supino), el equilibrio se consigue

por la conjunción de los siguientes movimientos instintivos: reflejo del moro

(brazos abiertos), reflejo de enderezamiento cervical (ante el desequilibrio o

pérdida de apoyo caudal), reflejo de glotis o respiratorio y búsqueda de la

estabilidad pélvica por la postura de piernas flexionadas, estiradas y / o

cruzadas.

Respiración: el aprendizaje de la respiración, requiere haber adquirido la

fase en inmersión (meter la cabeza dentro del agua). El niño/a debe saber

diferenciar las fases respiratorias: la inspiración (toma de aire) y espiración

(expulsión del aire).

Desplazamientos: se trata de trasladar el cuerpo de un punto a otro del agua.

El desplazamiento se produce por los brazos, las piernas quedan como

equilibradoras.

En los desplazamientos encontramos:

- Propulsión: Sería más conveniente hablar de "Movimientos espontáneos

que provocan un desplazamiento". El bebé en posición ventral en el agua,

de manera instintiva provoca un conjunto de reflejos: enderezamiento

cervical, reflejo glótico o de protección respiratoria y movimientos de

flexión-extensión rudimentarios (acción propulsiva).

- Salto: es la forma de introducirse en el agua. Desde parado o en

movimiento el niño/a toma impulso y cae en el agua.

- Giros: consisten en rotar a través de un eje imaginario que pasa por alguna

parte del cuerpo, para cambiar de posición o de orientación. Para girar se

utiliza los miembros superiores y el tronco.

- Manipulaciones: consiste en interaccionar con algún objeto. Para realizar

lanzamientos y recepciones el niño/a debe mantenerse en el agua de

manera autónoma o con ayuda de manguitos por ejemplo.

4. LOS REFLEJOS DEL BEBÉ

Los reflejos que se encuentran en el recién nacido y desaparece a los 6

meses, forman parte del desarrollo del niño/a. Cirigliano, (1989) destaca los

principales reflejos en el medio acuático.

Reflejo de Moro: Se observa desde el nacimiento hasta los 4 meses y facilita

la flotación dorsal y el desplazamiento en dicha posición.

Reflejo palpebral: Se observa desde el nacimiento a los 2 años y consiste en

mantener los ojos abiertos en el medio subacuático. Este reflejo permite al

bebé bucear y orientarse bajo el agua.

Reflejo de búsqueda (o rooting reflex): Existe desde el nacimiento hasta los 5-

6 meses, puede utilizarse para corregir la posición de la cabeza en la

posición dorsal.

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Reflejo tónico cervical simétrico: Sirve para mantener la cabeza erguida.

Favorece el mantenimiento de las vías respiratorias fuera del agua en la

posición prona. Inicia el movimiento de ascensión después de la inmersión.

En la posición dorsal dificulta el mantenimiento de las vías respiratorias fuera

del agua.

Respuesta de Jerónimo: Aparece del 5o al 9o, en algunos bebés, provoca un

impulso a arrojarse al vacío. Favorece la zambullida.

Reflejo tónico cervical asimétrico (o del esgrimista): Se observa desde el

nacimiento al 5o mes. Este reflejo facilita el cambio de la posición ventral a la

dorsal, pero provoca el ingreso de la cara en el agua en la posición supina,

desestabilizando también la flotación en esta postura.

Reflejo del paracaídas: Aparece a los 6o ó 7o meses, protege la entrada de

cabeza al agua y ayuda a la propulsión en la zambullida.

Reflejo de gateo: Aparece alrededor de los 9 meses y se prolonga en el

tiempo transformándose en acción voluntaria. Favorece la propulsión del

estilo ”perrito” por similitud de coordinación.

Reflejo de apnea: Aparece con el nacimiento y tiende a desaparecer hacia

el 6o mes si no se ejercita, aunque es fácil mantenerlo hasta el año de vida.

Consiste en un bloqueo de la glotis y de la respiración cuando el agua

humedece las vías respiratorias externas.

Reflejo natatorio: Se observa desde el nacimiento y tiende a inhibirse hacia

el 5o mes. Según McGraw (1943), son movimientos de brazos y piernas con

cierto carácter rítmico y que se realizan cuando se sujeta al bebé por los

costados y se le coloca en contacto con la superficie del agua en posición

ventral.

Reflejo de Chapoteo o Hidropedal que viene a ser la Reacción de Baüer o

"marcha automática en el agua". Probablemente es una manifestación de

placer, con la agitación propia del bebé al patalear por reconocer el medio

líquido.

5. DESARROLLO INFANTIL EN RELACION AL MEDIO ACUÁTICO

En las adquisiciones del bebé e infante cuando se incorpora a un proceso

educativo acuático, se debe tener en cuenta el nivel madurativo en el que se

encuentra al introducirse en el agua. Por ello no sólo se plantea la edad de inicio a

la actividad, sino también la importancia de la Transferencia Familiar Educativa

Acuática con que nos llega el pequeño/a, como carga educativa que marca las

expectativas del niño/a a la hora de realizar las actividades.

Las ventajas que tienen las Actividades Acuáticas en edades tempranas son:

Pronta Socialización, por el trabajo grupal y de convivencia entre

educadores/as acuáticos, familiares y niños/as.

Aumento y mejora de las capacidades físicas, de forma general y global,

como base de su condición física: flexibilidad, capacidad aeróbica, fuerza e

incluso resistencia.

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Mayor capacidad de orientación espacio-temporal y alto grado de

percepción cinestésico-táctil en cuanto al medio acuático.

4.1. DURANTE EL PRIMER AÑO.

En los primeros seis meses:

La mayoría de la población de bebés de menos de seis meses no acuden a

la piscina, pero desde que pierde el cordón umbilical se les realiza el baño corporal

completo, pudiéndose llevar a cabo todo un Programa de Estimulación Temprana

en la bañera como preparación a la futura incorporación a las actividades en la

piscina. El inicio de estas actividades es una cuestión de circunstancias (familiares,

medioambientales, infraestructurales, etc.), que favorecerán la pronta iniciación

(sobre los dos meses) y que exigen unas condiciones ambientales estables, seguras

y adecuadas al bebé, quien deberá estar en buen estado de salud y correctamente

vacunado.

Las características del pequeño/a que se inicia en los primeros meses son:

A través del material (planchas), como contacto indirecto con el medio,

permanece tumbado en decúbito supino o prono, de forma indiferente

como si estuviera en la cuna, pero con una mayor estimulación

cinestésico-táctil por la sensación que le da el agua a una temperatura

placentera. Podrá realizar elevaciones del tronco y cabeza, giros, pataleo

y otros movimientos espontáneos, gracias al apoyo que dispone, pero con

cierta inestabilidad. Se le puede facilitar el agarre y posterior exploración

de aquellos objetos que se le pongan al alcance.

La manera más natural de introducir al niño/a en el agua es sujeto/a por su

madre, padre o el monitor/a ya sea por las axilas (en posición vertical) o

en posición tumbado tanto en decúbito supino (boca arriba, dorsal) o

prono (boca abajo, ventral), con una o ambas manos, incluso abrazándolo

como si lo meciéramos. Casi todo el Proceso Educativo se basa en la

estimulación constante de múltiples variaciones con diferentes apoyos y

agarres, que provoquen la búsqueda del equilibrio por parte del niño/a, de

una manera suave, gradual y natural.

Si lo dejáramos sólo/a, sin ayuda, reaccionaría de forma instintiva tratando

de sobrevivir con los reflejos innatos (respiratorio, enderezamiento cervical,

movimientos de flexo-extensión generalizados), que dispone de forma

global, en lo que hemos denominado Reflejo Subacuático o de buceo.

Con algunas inmersiones propuestas al bebé, éste aprende a desplazarse

sumergido bajo el agua con cierta libertad.

El bebé de 6 meses hasta los 12 meses:

Los bebés de estas edades se caracterizan por:

Su desarrollo motor terrestre se puede estimular en el agua a través del

material accesorio específico de estos grupos de edades (las tumbonas,

colchonetas o planchas), donde los más pequeños seguirán en posición

horizontal y los niños/as cercanos al año juegan gateando y tratando de

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alcanzar algún objeto, entregado o mostrado y percibido por él/ella, se

pueden incorporar y andar cogidos de la mano tambaleándose por la

inestabilidad del material.

En cuanto a encontrase sujetos por un adulto, sabemos la importancia de

mantener un contacto visual y cinestésico-táctil global de manera segura,

relajada y transmitiendo cariño y amor hacia ellos/as. Con maniobras

lentas, repetitivas, con suavidad y con toda naturalidad, sin sobresaltos, el

niño/a disfruta de la adquisición de las habilidades motrices acuáticas

básicas, de forma progresiva, pasando de las respuestas reflejas a las

conductas acuáticas elementales como son la flotación, desplazamientos

con movimientos espontáneos y giros sobre el eje longitudinal, que en un

principio necesitan de la estimulación dirigida, para luego hacerse de

forma voluntaria. Incluso al final del año se lanzan al agua.

4.2. DURANTE EL SEGUNDO AÑO.

Lo más característico de este período es la pérdida de los reflejos, así como

la consolidación de la respiración voluntaria o control respiratorio.

Como "Conductas Motrices Acuáticas Básicas" el niño/a adquiere:

Control postural o Equilibrio claramente definido y voluntario, tanto en

posición dorsal como ventral, destacando que en posición vertical necesita

la ayuda del material o educadores/as para mantenerse y siendo utilizada

como descanso de manera natural.

Giros sobre el eje longitudinal de manera voluntaria.

La habilidad de realizar inmersiones voluntarias y desplazarse libremente

bajo el agua: buceo.

Se siguen manifestando movimientos espontáneos globales.

Tanto con la utilización del material pedagógico (Indirecto), así como con la

ayuda y participación de padres/madres y educadores/as (Directo), y por sí mismo

en aquellas piscinas donde tienen pie, se desarrollan numerosas actividades lúdicas

que van a favorecer su estimulación psicomotriz terrestre y acuática, por la mutua

transferencia, en el medio.

4.3. DURANTE EL TERCER AÑO.

El pequeño/a se caracteriza por la creciente voluntariedad de sus acciones.

Le gusta tomar parte y decidir la ejecución de sus actos.

En cuanto a las Conductas Motoras Acuáticas Básicas:

Destaca un aumento de su control sobre las habilidades mencionadas en el

anterior período (respiratorio, equilibrios, giros, buceo, etc.)

Aumenta su capacidad de desarrollar movimientos propulsivos, globales,

disminuyendo la espontaneidad, de forma evidente, en la posición dorsal.

Aumenta la capacidad de realizar giros sobre el eje transversal.

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Saltos y zambullidas al agua de forma voluntaria.

De forma general el niño/a incrementa su capacidad coordinativa y

sensoperceptiva, lo que le permite el desarrollo de más destrezas y habilidades

motrices terrestres y acuáticas, que a través del juego, se ponen de manifiesto

(búsqueda de objetos en el fondo, lanzamientos y recepciones, obstáculos, etc.).

4.4. DURANTE EL CUARTO AÑO.

Como continuidad en el proceso nos encontramos a los pequeños/as que se

caracterizan, en cuanto a su desarrollo Motor Acuático, por:

Dominio completo de las habilidades descritas en los períodos anteriores

(respiración, equilibrios, giros, desplazamientos y buceo)

Afianzamiento de los giros sobre el eje transversal: realización de volteretas

en ambos sentidos.

Se ponen de manifiesto en sus desplazamientos movimientos aéreos de sus

extremidades superiores, gracias al mejor control postural y su conocimiento

del Esquema corporal.

Evoluciona el desplazamiento natural en la posición dorsal, con apoyos

subacuáticos.

Se sigue poniendo de manifiesto la tendencia hacia el juego como medio

para su mejora de capacidades y destrezas en su desarrollo motor terrestre y

acuático, tanto con el material como con todo el grupo de personas que

interaccionan con él.

4.5. DURANTE EL QUINTO AÑO.

Los avances del niño/a en relación al medio Acuático encontramos:

Dominio y mejora de todas las habilidades y destrezas adquiridas en

períodos anteriores.

Mejora y aumento de la propulsión con y sin material en ambas posiciones.

Adopta posiciones hidrodinámicas. Percibe el empuje y deslizamiento.

Nados globales en ambas posiciones.

El niño/a relaciona la utilización del material pedagógico con fines

determinados.

4.6. DURANTE EL SEXTO AÑO.

Los logros motrices acuáticos característicos de esta etapa son:

En estos niños/as vamos a encontrar como principal diferencia un aumento

en la coordinación en los nados globales en las distintas posiciones,

describiendo movimientos ondulatorios (delfín), desplazándose: a espalda,

con movimientos aéreos bien definidos; a crol, de manera natural con

mejora en la coordinación respiratoria (en base al trabajo realizado sobre los

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giros longitudinales: cambios de posición); a braza, a raíz de los

desplazamientos subacuáticos desarrollados se pone de manifiesto un estilo

natural.

Aumento de las percepciones vivenciadas en el medio acuático: Impulsos,

empujes, coger, soltar, en resumen, manipular y sentir el agua.

Iniciación a las remadas: actividad segmentada.

El grado de la dificultad para el desarrollo de las habilidades y destrezas se

ve incrementado. Aumenta la altura de los saltos, desplazamientos

subacuáticos más prolongados, lanzamientos y recepciones de material,

etc. El juego no sólo es un medio sino también un fin.

4.7. VARIACIONES EN LA INICIACIÓN ACUÁTICA SEGÚN LA EDAD MADURATIVA.

Las variaciones más significativas que pueden surgir en función del momento

o edad madurativa en la cual se incorpora el niño/a a la actividad acuático son:

El niño/a que se incorpora pasado el año, la única diferencia con el anterior

es que no se provocan los reflejos y existe un primer rechazo a ciertas

posiciones de forma brusca e insistente, pero se adecuan rápidamente al

proceso propuesto. Una explicación posible del rechazo a la posición dorsal

podría atribuirse, a la percepción de la profundidad, dentro de esa

sensación corporal global de inestabilidad que percibe el bebé, y es más

acentuado al año que a los 6 meses, acorde a la argumentación de

conducta aprendida.

El pequeño/a que se incorpora en su 2° y 3° año, ya tiene una identidad

establecida y una autonomía corporal en tierra desarrollada, con bastante

dominio psicomotor, por lo que necesita de una transferencia educativa al

medio más dirigida y a través del juego colectivo, donde los padres/madres

también participan, pero su presencia es menos dispensable tras el primer

periodo de familiarización. Podemos encontrar rechazo a la posición dorsal

por lo acentuado que traen el control postural y su orientación temporo-

espacial de forma vertical. Prefieren piscinas poco profundas y orillas donde

permanecen de pie, andan, saltan, etc.

El niño/a de 4 y 5 años, es de similares características que los anteriores,

pero ellos mismos rechazan la presencia familiar al poco tiempo que

alcancen un dominio del medio. Son más independientes y les gusta

integrarse como un miembro más del grupo de iguales. Por supuesto tienen

más fuerza, pero tardarán más tiempo en alcanzar las habilidades y

destrezas adquiridas por los que se iniciaron en el primer año.

6. ETAPAS DEL PROCESO DE APRENDIZAJE.

Debemos tener siempre presente que a la hora de realizar actividades

acuáticas las etapas generales de iniciación son las siguientes:

La adaptación al medio acuático: consiste en la familiarización y contacto

de la persona en el agua, para adquirir el aprendizaje de la flotación,

respiración, y propulsión en el medio.

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Dominio del medio acuático: es la fase de continuación de la adaptación al

medio acuático, donde se lleva a cabo el manejo y control de este medio.

Para ello, se trabaja los desplazamientos, saltos, giro, lanzamientos y

recepciones.

Iniciación deportiva: se trabaja la adquisición y corrección técnica de los

movimientos de los diferentes estilos de natación.

Cuando trabajamos con niños/as de edades tempranas, de manera general,

las fases para la adquisición de las habilidades motrices acuáticas que nos puede

servir de guía y que nos proponen Moreno, Pena y del Castillo, (2004) son las

siguientes:

6.1. FASE DE 0 A 3 AÑOS: SE DIVIDE EN 6 FASES.

1) Familiarización:

La primera se desarrolla en la bañera, con la familiarización de los órganos

sensoriales al agua, salpicando la cara e introduciendo su cara dentro del

agua. Los padres y madres estarán en constante contacto con el niño/a

colocándolo en diferentes posiciones para que experimente la sensación de

flotación.

2) Tonificación muscular:

La siguiente fase es la de tonificación muscular en la que se pasa de la

bañera a la piscina, para trabajar la movilidad de brazos, piernas realizando

para ello diferentes agarres del niño/a al padre/madre o educador/a y

viceversa.

Los agarres son:

- El agarre de asiento en el cuál el niño/a se coloca en posición vertical.

- El agarre de brazos por debajo de las axilas es muy recomendable para

fortalecer la musculatura que sustenta a la columna.

- El niño/a también realiza agarres a las muñecas del educador/a para sentir

más libertad de movimiento en sus piernas.

- El niño/a se agarra a los pulgares del educador/a y una vez esté bien

asegurado éste realizará movimientos.

- El bebé se agarra a la espalda del educador/a y juntos se desplazan por la

piscina.

- El niño/a también realiza agarres a objetos flotantes.

3) Equilibraciones:

Fase de equilibración: se trabajan las diferentes flotaciones, por lo que a la

fase anterior se le añade alternar el equilibrio con las manos.

Se trabaja sobre el agarre de pecho, pero el educador/a realiza

movimientos con el bebé al igual que varia el apoyo de sus manos.

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El educador/a coloca al bebé sobre su abdomen y realiza desplazamientos

agarrando al bebé, aunque poco a poco van disminuyendo los agarres

hasta que consigue mantenerse solo.

4) Inmersiones:

La Fase de inmersión se realiza cuando el niño/a esté preparado para

realizarlas, realizando un control de la apnea respiratoria, inmersiones

verticales y pequeños desplazamientos subacuáticos.

Para trabajar el control de la apnea respiratoria el niño/a tiene que aprender

a coger agua con la boca y saber arrojarla.

Se realizaran desplazamientos entre educadores/as con el niño/a en

flotación ventral y la boca cerca del agua para que aprenda a expulsarla.

Como preparación de las inmersiones verticales se coge al niño/a por las

axilas y se cuenta hasta tres, para después sumergirse el educador/a. El

niño/a relaciona esta acción con una inmersión.

Luego se realiza la misma tarea, pero esta vez se sumerge también el niño/a,

con un movimiento suave pero con decisión.

Para realizar inmersiones con recibimiento empezaran situándose a poca

distancia un educador/a frente a otro para ir aumentándola poco a poco.

5) Saltos:

La fase de saltos tiene como objetivo que el niño/a realice el salto por sí

mismo sin perder el contacto visual del educador/a.

El educador/a comienza cogiendo al bebé e introduciéndolo en el agua.

El niño/a ha adquirido la confianza suficiente para introducirse sólo en el

agua.

El niño/a llega a realizar un pequeño desplazamiento hacia el educador/a

desde el bordillo.

6) Desplazamientos autónomos básicos:

En una última fase debemos disminuir la superficie de apoyo hasta conseguir

que el niño/a realice un pequeño desplazamiento con movimientos

propulsivos de las piernas y equilibradores de los brazos.

Se comienza con el niño/a apoyado sobre una superficie flotante y el

educador/a se colocará delante de él, incitándole a que patalee.

Para complicar más el desplazamiento del niño/a, el educador/a se

colocará en su lateral.

Una vez que el niño/a realiza movimientos más enérgicos, lo animaremos a

realizar pequeños desplazamientos hacia algún lugar.

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6.2. FASE DE 3 A 6 AÑOS:

Esta fase se puede considerar como una continuación de la fase citada en el

programa de 0 a 3 años.

1) Equilibraciones:

Se trabajaría principalmente la propulsión de brazos y de piernas y la

flotación y la respiración para tener una buena equilibración.

Un elemento muy práctico para comenzar con un control de la respiración

es la pelota de ping-pong, que los niños/as podrán hacer que se desplace

con un simple soplido.

El niño/a se desplaza por el borde de la piscina y cada vez que encuentre un

obstáculo tendrá que sumergirse para sortearlo.

Cuando los niños/as han adquirido confianza para sumergirse, realizan

juegos debajo del agua en los que tienen que adivinar números de dedos,

palabras, y demás variantes que indicará uno de ellos.

Las equilibraciones como tal comienzan con una tarea en la que los

niños/as, colocados sobre un tapiz flotante, tendrán evitar que el adulto los

tire al agua.

Se realizarán desplazamientos por el tapiz flotante, desde gateando o de

rodillas, para llegar a andar o a correr sobre éste.

2) Fase de desplazamientos autónomos complejos

Los desplazamientos autónomos comenzarían en posición ventral para luego

pasar a la posición dorsal y los saltos también se practicaran desde el

bordillo.

El niño/a se desplaza por el borde de la piscina y cuando se encuentre un

obstáculo, tiene que agarrarse a él para sortearlo.

Desplazamientos en flotación ventral comenzando con movimiento

únicamente de los pies, para pasar a mover también las manos, y terminar

con el desplazamiento sólo de brazos.

Desplazamientos en flotación dorsal comenzando por las piernas, para pasar

a un movimiento solamente de brazos y terminar coordinando ambos

movimientos.

Saltos llevados hacia un fin como puede ser coger un objeto flotante o

introducirse por un aro

Saltos realizados desde distintas superficies: el bordillo, un tapiz flotante o una

superficie elevada.

3) Giros

De forma alternativa se trabajará los giros sobre el eje longitudinal sin

descuidar el eje transversal.

El niño/a se impulsa en el suelo y realiza giros mientras llega a la superficie

EmásF, Revista Digital de Educación Física. Año 1, Num. 6 (septiembre-octubre de 2010)

ISSN: 1989-8304 Depósito Legal: J 864-2009

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Desplazamiento en flotación ventral y giro para realizar el desplazamiento en

flotación dorsal.

Sucesivos giros mientras se mantiene el impulso de la pared.

4) Manipulaciones.

En la última fase se incluirán lanzamientos y recepciones de objetos.

Encima de un tapiz, se puede realizar pases a la vez que hay

desplazamiento, para luego lanzar la pelota contra el tapiz ó para

introducirlo en la canasta.

Incluyendo equilibraciones, el niño/a tiene que coger los aros que le lanzan

desde fuera sin caerse del tapiz