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Umberto Eco, “TV, la transparencia perdida”

Umberto Eco, en su ensayo "TV: La Transparencia Perdida", analiza la evolución de la televisión, distinguiendo entre la "Paleotelevisión" y la "Neotelevisión", y explora cómo esta evolución ha impactado la relación entre la información, la ficción y la realidad percibida por el espectador.

1. La Paleotelevisión vs. la Neotelevisión

  • Paleotelevisión: Se caracterizaba por ser un medio centralizado, producido en Roma o Milán, que se dirigía a todos los espectadores. Su objetivo era difundir información "inocente" sobre eventos como inauguraciones presididas por ministros, incluso si ello implicaba decir "mentiras". Era posible crear un "pequeño diccionario" con los nombres de sus protagonistas y programas.

  • Neotelevisión: Surge con la proliferación de canales, la privatización y las innovaciones electrónicas. A diferencia de la Paleotelevisión, es casi imposible catalogar a sus personajes y programas debido a su infinidad y a que los mismos personajes pueden desempeñar diversos roles en canales estatales y privados. La Neotelevisión se enfoca menos en el mundo exterior y más en sí misma, en la interacción que establece con el público. Su principal mensaje es: "Estoy aquí, yo soy yo y yo soy tú", buscando retener al espectador que ahora tiene el poder de cambiar de canal con el control remoto. La "noticia" más importante que ofrece la Neotelevisión es su propia existencia y veracidad como invención televisiva, invitando a la interacción directa con el público a través de llamadas telefónicas.

2. Información y Ficción

Tradicionalmente, los programas de televisión se han dividido en dos categorías principales:

  • Programas de información: Ofrecen enunciados sobre hechos que ocurren independientemente de la televisión. Se espera que cumplan con tres criterios:

    • Decir la verdad: Un enunciado se considera verdadero si se confirma por otros métodos de control o fuentes alternativas confiables (ej., el noticiero dice que nevó en Turín y la oficina meteorológica lo confirma). La veracidad también aplica a opiniones de terceros: la televisión es juzgada por presentar fielmente al entrevistado y no manipular sus declaraciones.

    • Criterios de importancia y proporción: Aunque más vagos, se critica a la televisión cuando privilegia ciertas noticias, omite otras importantes o excluye opiniones.

    • Separar información de comentarios: Se considera intuitivo, aunque se reconoce que la selección y el montaje de noticias pueden implicar comentarios.

      Los programas informativos tienen una "relevancia política", y las violaciones a los criterios de veracidad pueden generar interpelaciones parlamentarias y artículos de primera plana.

  • Programas de fantasía o ficción: Incluyen dramas, comedias, películas, etc. El espectador activa la "suspensión de la incredulidad" y acepta lo fantástico como "cierto" por juego. Se considera aberrante tomar la ficción por realidad. Sin embargo, se admite que estos programas pueden vehicular una "verdad parabólica" (principios morales, religiosos, políticos) que no está sujeta a la misma censura que la información. La valoración de la verdad parabólica es subjetiva, a diferencia de la concordancia entre noticia y hechos en los programas informativos. Los programas de ficción tienen principalmente una "importancia cultural".

Eco señala que esta dicotomía está arraigada en la cultura, las leyes y las costumbres, y se refleja en la forma en que los órganos de control y la prensa critican a la televisión.

3. Mirar a la Cámara

La distinción entre información y ficción se neutraliza por el fenómeno de mirar o no mirar a la cámara.

  • Quien mira a la cámara: Generalmente se representa a sí mismo (locutor, cómico, presentador) y subraya la presencia de la televisión, reconociendo que su discurso solo existe gracias a ella. Esto crea una relación de "veracidad de la enunciación", donde el espectador siente que se le está hablando directamente y que la relación establecida es "verdadera", independientemente de si se le informa o se le cuenta una historia.

  • Quien no mira a la cámara: Representa a otro (actor, participante de un debate). Se busca crear una ilusión de realidad, como si lo que ocurre formara parte de la vida extratelevisiva. La televisión, en este caso, intenta "desaparecer" como sujeto de la enunciación, actuando solo como canal, aunque el público es consciente de su presencia.

4. La Veracidad en la Neotelevisión

Con la Neotelevisión, la "veracidad de la enunciación" (la realidad de lo que sucede en pantalla) se vuelve más relevante que la "veracidad del enunciado" (la concordancia entre el enunciado y los hechos).

  • Los concursos o telequizes: Son un ejemplo de esta ambigüedad. Aunque provocan hechos mediante una "puesta en escena preestablecida", los concursantes son reales y sus respuestas se evalúan como verdaderas o falsas. El presentador garantiza una verdad "objetiva" (ej., fecha de la muerte de Napoleón) y está sujeto a control de sus juicios (con la presencia de un notario). La necesidad del notario no es solo por el juego o las ganancias, sino porque el presentador no siempre tiene que decir la verdad (ej., presentar a un imitador como cantante famoso). La "veracidad del acto de enunciación" es indiscutible: el presentador está allí, es real, y se representa a sí mismo.

  • Programas ambiguos: Eco cita ejemplos como Specchio segreto (Cámara indiscreta) o Te lo do io l'America, donde la fascinación reside en la percepción de que los hechos son "verdaderos", aunque el público sabe que hay una provocación o una "puesta en escena" por parte de los creadores del programa. Incluso en programas de subastas, el presentador es un "vendedor" que debe parecer "tramposo" para ganarse la confianza del público, imitando el comportamiento de vendedores reales.

5. La Puesta en Escena

La televisión cada vez menos muestra acontecimientos que ocurren independientemente de ella.

  • Acontecimientos "reales" transformados en puesta en escena: El caso de Vermicino (un niño caído en un pozo) es ejemplar. Aunque el evento era real, todo lo que ocurrió durante el rescate fue influenciado por la presencia de la televisión, convirtiéndose en una "puesta en escena". La presencia de cámaras puede alterar el desarrollo del acontecimiento y la participación de los involucrados.

  • Eventos predeterminados para la televisión: Cada vez más, los eventos son concebidos y preparados teniendo en cuenta su transmisión televisiva. El matrimonio del Príncipe Carlos de Inglaterra es un ejemplo claro. Todo, desde los colores de la vestimenta hasta la disposición arquitectónica de la catedral y el alimento de los caballos (para un estiércol "telegénico"), fue diseñado para la emisión. La "interpretación" televisiva precede y determina el evento mismo, haciendo que el acontecimiento nazca "fundamentalmente falso", dispuesto para la toma. Esto contrasta con el matrimonio de Rainiero de Mónaco y Grace Kelly, donde la televisión se limitó a interpretar un evento que ocurría de forma autónoma.

  • La manipulación del "directo": Incluso el "directo" implica una elección y manipulación. En un partido de fútbol, las cámaras seleccionan acciones, enfocan al público, e interpretan el juego, ofreciendo un "partido visto por el realizador". El conocimiento de que un evento será transmitido influye en su preparación (ej., balones televisivos, vallas publicitarias estratégicas).

6. Reflexiones Finales

Eco concluye que, al estar en contacto con una televisión que solo habla de sí misma y que ha perdido su "transparencia" hacia el mundo exterior, el espectador se repliega en sí mismo. Sin embargo, en este proceso, el espectador se reconoce y se satisface como "televidente". La Neotelevisión es una "ventana abierta a un mundo cerrado", y a través de ella, el espectador descubre un mundo de "naturaleza arcaica, pretelevisiva", filtrado por la electrónica y el solitario uso del control remoto.

La Neotelevisión, a diferencia de la Paleotelevisión que buscaba mostrar el "inmenso mundo", ahora enfoca la cámara en lo local, mostrando a la gente de una provincia para la gente de esa misma provincia. Se prioriza el reconocimiento del público en la pantalla, incluso a través de un lenguaje vulgar o de doble sentido, lo que, paradójicamente, la Neotelevisión presenta como "verdad absoluta". Finalmente, Eco advierte sobre los efectos de esta inmersión en la televisión, como la habituación a la violencia o el agotamiento sensorial por la sobreestimulación visual.