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Cuando decimos de alguien que es muy "racional", solemos referirnos a que siempre piensa las cosas con calma, no se deja llevar por sus impulsos, y planea todas sus accio- nes de acuerdo con los objetivos que se ha trazado. En este sentido, la racionalidad es la capacidad de usar los recursos a nuestro alcance para satisfacer determinados fines. Estos recursos pueden ser nuestra inteligencia, nuestras relaciones con otras personas, nuestra capacidad económica, los bienes que poseemos o nuestros talentos. Por otra parte, de otras personas decimos que son muy "sentimentales" o "emocionales" y les atribuimos rasgos "opuestos" a los de las personas que consideramos "racionales".

Ahora bien, en nuestras interacciones con otras personas no siempre podemos hacer lo que resulta más racional, pues los seres humanos tenemos sentimientos y emociones tan reales como nuestras necesidades materiales. Por eso dice el refrán que "hay cosas del corazón que la razón no entiende".

Todos los días realizamos actos, pequeños o grandes, que parecen contrarios a cual- quier propósito "racional" porque nos dejamos guiar por nuestras emociones. Esto no es necesariamente incorrecto: quizá la razón te dice que la mejor manera de aprovechar tu sábado es inscribirte a un curso de diseño que te ayudará a conseguir tus objetivos profesionales, pero los sábados son los días que visitas a tu abuelita, y sabes que se pon- drá triste si no vas a verla, así que renuncias al curso e intentas aprender por tu cuenta, con tutoriales que encuentras en internet.

No obstante, hay otras situaciones en las que dejarnos llevar por nuestras emociones puede perjudicarnos a nosotros y a las personas que estimamos. Si te llega el chisme de que tu amigo habló mal de ti con otras personas, quizá tu reacción sea sentirte traicio- nado y dejar de hablarle pese a que su amistad aporta muchas cosas positivas a tu vida, en vez de esperar a que se te pase el enojo y reunir más información para estar seguro de lo que realmente pasó.

Cuando decimos de alguien que es muy "racional", solemos referirnos a que siempre piensa las cosas con calma, no se deja llevar por sus impulsos, y planea todas sus accio- nes de acuerdo con los objetivos que se ha trazado. En este sentido, la racionalidad es la capacidad de usar los recursos a nuestro alcance para satisfacer determinados fines. Estos recursos pueden ser nuestra inteligencia, nuestras relaciones con otras personas, nuestra capacidad económica, los bienes que poseemos o nuestros talentos. Por otra parte, de otras personas decimos que son muy "sentimentales" o "emocionales" y les atribuimos rasgos "opuestos" a los de las personas que consideramos "racionales".

Ahora bien, en nuestras interacciones con otras personas no siempre podemos hacer lo que resulta más racional, pues los seres humanos tenemos sentimientos y emociones tan reales como nuestras necesidades materiales. Por eso dice el refrán que "hay cosas del corazón que la razón no entiende".

Todos los días realizamos actos, pequeños o grandes, que parecen contrarios a cual- quier propósito "racional" porque nos dejamos guiar por nuestras emociones. Esto no es necesariamente incorrecto: quizá la razón te dice que la mejor manera de aprovechar tu sábado es inscribirte a un curso de diseño que te ayudará a conseguir tus objetivos profesionales, pero los sábados son los días que visitas a tu abuelita, y sabes que se pon- drá triste si no vas a verla, así que renuncias al curso e intentas aprender por tu cuenta, con tutoriales que encuentras en internet.

No obstante, hay otras situaciones en las que dejarnos llevar por nuestras emociones puede perjudicarnos a nosotros y a las personas que estimamos. Si te llega el chisme de que tu amigo habló mal de ti con otras personas, quizá tu reacción sea sentirte traicio- nado y dejar de hablarle pese a que su amistad aporta muchas cosas positivas a tu vida, en vez de esperar a que se te pase el enojo y reunir más información para estar seguro de lo que realmente pasó.