Genio de Occidente - 8. El conflicto entre la teología y la ciencia
Después de la Edad Media, el espíritu científico pudo despertar.
Había que lograr una victoria contra la Iglesia y la autoridad de Aristóteles
La búsqueda desinteresada por la verdad fueron reemplazadas por gnosis, la creencia en revelaciones que trascienden la razón humana.
La fe era más importante que el conocimiento.
La pasión por el conocimiento se consideraba tan precaminosa como las otras pasiones.
Este amor por la ignorancia persistiría a lo largo de la Edad media.
El cristianismo se propuso detener tales investigaciones por constituir una amenaza para la fe.
La aceptación de los dogmas se convirtió en condición esencial para la salvación.
La Biblia estaba comprometida con una física imposible, con una visión del mundo arcaica, con una embarazosa biología y con una apocalíptica interpretación de la historia.
San Agustín: "¿Y no había demostrado él que la Tierra no podía ser redonda, basándose en el hecho de que en el día del juicio aquellos que estarían del otro lado del mundo no podrían ver al Señor descender de las nubes?"
Toda investigación empírica que se apartara de estas autoridades caía bajo sospecha de magia.
Los cristianos se propusieron demostrar la racionalidad de su fe mostrando la compatibilidad de sus revelaciones con la sabiduría de los filósofos paganos.
Aristóteles era el más compatible porque su mundo encajaba con la topografía de las Sagradas Escrituras.
A excepción de su metafísica, que no era compatible, pues negaba la Creación y los milagros a través del Motor Inmóvil.
Tomas de Aquino reconcilió las ideas de Aristóteles con las de la Iglesia.
Su esfuerzo introdujo la razón, como un caballo de Troya, en la ciudadela de la fe.
Hasta que Guillermo de Occam puso fin a la posibilidad de una teología racional.
Los fundamentos de la fe fueron transferidos del dominio de la filosofía natural al dominio de la teología positiva.
La filosofía quedó reducida a la lógica y la física.
La victoria de la razón podría haberse producido en los siglos XIV y XV de no haber sido por la Reforma y la Contra-reforma.
El quinto Concilio de Letrán estableció el requisito de previa aprobación eclesiástica para la publicación de cualquier libro, y en 1555 esta función pasó a manos de la Inquisición.
Una teoría física tenía que cumplir con cuatro condiciones para ser aceptable para la Iglesia: debía ser coherente, concordar con la física de Aristóteles, ser compatible con la letra de las Escrituras, y concordar con el testimonio de los sentidos
Habían numerosas teorías del universo.
Copérnico reavivó una teoría de Aristarco de Samos, de 270 aC, que sostenía que la Tierra y los otros planetas circulaban alrededor del Sol.
Copérnico desarrolló esta teoría heliocéntrica.
Copérnico quiso quemar su manuscrito porque iba en contra de la Biblia y la física de Aristóteles.
Al final lo publicó con una dedicatoria al Papa, con la esperanza que esto lo protegería.
El que supervisó la publicación de la obra agregó un prefacio que Copérnico nunca llegó a ver.
Este prefacio presentaba el manuscrito como una útil ficción matemática.
Hasta que Kepler y Galileo lo plantearon como una realidad física y no ficcional.
Kepler demostró que los planetas no siguen un movimiento uniforme, sino que más bien describen elipses.
Galileo descubrió las lunas de Júpiter e investigó sobre la Vía Láctea.
Cuando fue atacado por la Iglesia Luterana, Kepler se defendió así: “Si se trata de una cuestión de fe y conducta, debemos consultar las Escrituras; si es una cuestión de astronomía y física, debemos consultar el libro de la naturaleza. En teología, pesan las autoridades; en filosofía, la razón de las cosas.”
Galileo respondió similar a la duquesa: en cualquier discusión de problemas físicos no debemos tomar como autoridades los libros sagrados, sino los experimentos y las demostraciones.
Galileo pensó que había desarmado a sus adversarios, pero en realidad firmó su propia condena,
El juicio de Galileo marca un momento decisivo para el espíritu humano.
El escolasticismo se encontró cara a cara con una verdadera ciencia capaz de demostrar la verdad de sus afirmaciones.
Llegó el Renacimiento.
Después de la Edad Media, el espíritu científico pudo despertar.
Había que lograr una victoria contra la Iglesia y la autoridad de Aristóteles
La búsqueda desinteresada por la verdad fueron reemplazadas por gnosis, la creencia en revelaciones que trascienden la razón humana.
La fe era más importante que el conocimiento.
La pasión por el conocimiento se consideraba tan precaminosa como las otras pasiones.
Este amor por la ignorancia persistiría a lo largo de la Edad media.
El cristianismo se propuso detener tales investigaciones por constituir una amenaza para la fe.
La aceptación de los dogmas se convirtió en condición esencial para la salvación.
La Biblia estaba comprometida con una física imposible, con una visión del mundo arcaica, con una embarazosa biología y con una apocalíptica interpretación de la historia.
San Agustín: "¿Y no había demostrado él que la Tierra no podía ser redonda, basándose en el hecho de que en el día del juicio aquellos que estarían del otro lado del mundo no podrían ver al Señor descender de las nubes?"
Toda investigación empírica que se apartara de estas autoridades caía bajo sospecha de magia.
Los cristianos se propusieron demostrar la racionalidad de su fe mostrando la compatibilidad de sus revelaciones con la sabiduría de los filósofos paganos.
Aristóteles era el más compatible porque su mundo encajaba con la topografía de las Sagradas Escrituras.
A excepción de su metafísica, que no era compatible, pues negaba la Creación y los milagros a través del Motor Inmóvil.
Tomas de Aquino reconcilió las ideas de Aristóteles con las de la Iglesia.
Su esfuerzo introdujo la razón, como un caballo de Troya, en la ciudadela de la fe.
Hasta que Guillermo de Occam puso fin a la posibilidad de una teología racional.
Los fundamentos de la fe fueron transferidos del dominio de la filosofía natural al dominio de la teología positiva.
La filosofía quedó reducida a la lógica y la física.
La victoria de la razón podría haberse producido en los siglos XIV y XV de no haber sido por la Reforma y la Contra-reforma.
El quinto Concilio de Letrán estableció el requisito de previa aprobación eclesiástica para la publicación de cualquier libro, y en 1555 esta función pasó a manos de la Inquisición.
Una teoría física tenía que cumplir con cuatro condiciones para ser aceptable para la Iglesia: debía ser coherente, concordar con la física de Aristóteles, ser compatible con la letra de las Escrituras, y concordar con el testimonio de los sentidos
Habían numerosas teorías del universo.
Copérnico reavivó una teoría de Aristarco de Samos, de 270 aC, que sostenía que la Tierra y los otros planetas circulaban alrededor del Sol.
Copérnico desarrolló esta teoría heliocéntrica.
Copérnico quiso quemar su manuscrito porque iba en contra de la Biblia y la física de Aristóteles.
Al final lo publicó con una dedicatoria al Papa, con la esperanza que esto lo protegería.
El que supervisó la publicación de la obra agregó un prefacio que Copérnico nunca llegó a ver.
Este prefacio presentaba el manuscrito como una útil ficción matemática.
Hasta que Kepler y Galileo lo plantearon como una realidad física y no ficcional.
Kepler demostró que los planetas no siguen un movimiento uniforme, sino que más bien describen elipses.
Galileo descubrió las lunas de Júpiter e investigó sobre la Vía Láctea.
Cuando fue atacado por la Iglesia Luterana, Kepler se defendió así: “Si se trata de una cuestión de fe y conducta, debemos consultar las Escrituras; si es una cuestión de astronomía y física, debemos consultar el libro de la naturaleza. En teología, pesan las autoridades; en filosofía, la razón de las cosas.”
Galileo respondió similar a la duquesa: en cualquier discusión de problemas físicos no debemos tomar como autoridades los libros sagrados, sino los experimentos y las demostraciones.
Galileo pensó que había desarmado a sus adversarios, pero en realidad firmó su propia condena,
El juicio de Galileo marca un momento decisivo para el espíritu humano.
El escolasticismo se encontró cara a cara con una verdadera ciencia capaz de demostrar la verdad de sus afirmaciones.
Llegó el Renacimiento.