La actividad científica es reconocida ampliamente como mecanismo para impactar las economías nacionales brindando herramientas para la mejora de los sistemas productivos, sociales, económicos, ambientales, educativos, entre otros; conduciendo a la mejora de las condiciones de vida de la sociedad; a través de la generación y difusión de conocimiento. Desde hace varias décadas, a nivel internacional y en el país, se ha buscado medir de diferentes modos la actividad científica, en particular, la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D); este indicador se ha usado como medida del esfuerzo que hacen los países para generar y/o difundir nuevo conocimiento, permitiendo la obtención de condiciones que impacten la competitividad, productividad y el desarrollo económico. Como se ha expuesto en la literatura, existe cierto consenso en la relación entre el desarrollo económico y social, la generación de empleo, competitividad internacional y las inversiones en ciencia y tecnología (Melo Maricato & Macêdo, 2022). Con el fin de generar una comparativa de resultados frente a la investigación y desarrollo que se realiza a nivel global, hace más de 50 años la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), desarrolló el manual de Frascati como una guía práctica en la elaboración de Encuestas de Investigación y Desarrollo Experimental, con el fin establecer un lenguaje común para comparar las estadísticas en los diferentes mercados y generar discusión sobre las estrategias utilizadas para sumar esfuerzos y contribuir a la Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI). (OCDE, 2015).

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